La Chunga entre los bárbaros
Viernes, 26 de abril de 2013 | 9:20 am.
El
Premio Nobel 2010, Mario Vargas Llosa, asiste en el teatro Español de
Madrid al rescate de su obra dramática La Chunga y anuncia, para
alegría de muchos, que se encuentra escribiendo una nueva pieza teatral.
Juan Cruz
La Chunga está rota; ha echado de su taberna a
Meche, la mujer que ama, le grita que compadecerse de ella “es tan
peligroso como enamorarse”, y expulsa a los bárbaros que insisten en
saber qué ocurrió cuando las dos subieron al cuarto, “aquella noche”.
“¿Mañana me cuentas lo que pasó esa vez con Mechita, Chunga?”. Aquellos
se van y ella le ha ganado a aquellas bestias. Y ya dormita. Telón.
Abajo un hombre de pelo blanco, nervioso, ha contenido la
respiración durante casi dos horas. Escribió esa escena, y las que
anteceden, en 1983, las vio representar decenas de veces y ahora la ve
otra vez en el viejo teatro Español. Tras un segundo, desde que cae el
telón, aplaude, y dice al oído de quien tiene al lado: “¡Aitana está
soberbia!” Aitana es Aitana Sánchez-Gijón, La Chunga en la obra, y este
hombre es MVLl; acaba de bajarse del avión que lo trajo de América y
Natalio Grueso, director del Español, y Joan Ollé, que dirige aquí La
Chunga, lo han invitado a un ensayo general de su propia obra.
Los actores –Sánchez-Gijón, Irene Escolar, que es Mechita, Asier
Etxandía, el novio de Mechita, los otros intérpretes que configuran el
extravagante grupo de Los inconquistables– reciben el aplauso del patio
de butacas y esperan que suba el autor, a ver qué cuenta. “Han estado
soberbios”. A todos les dice un comentario, de todos ha aprendido,
dice, él es un actor, también; y él quiso ser antes dramaturgo que
novelista; este ensayo lo ha entusiasmado, valió la pena escribir La
Chunga. Una pequeña inquietud, anuncia: “Es solo que hay un telón que
baja demasiado pronto. “¿Es lo único que te ha parecido mal?”, bromea
Sánchez-Gijón. Sí, es lo único, parece.
El ensayo ha empezado con un golpe de autoridad. El autor ha
entrado demasiado pronto, “aún no tienes que estar aquí”. Se lo dice
Ollé; ha aprendido a mandar a Mario, porque el Nobel
ha sido actor a sus órdenes. Con Ollé —y con Sánchez-Gijón— hizo La
verdad de las mentiras y Las mil y una noches; “fue un intérprete
disciplinado y riguroso”, de modo que ahora el director sabe que va a
obedecerle. Relegado al plano del espectador ansioso, le comentaría
enseguida a Grueso, en el bar del Español, de coña: “¡He sido víctima
de un escrache nada más llegar a Madrid!”.
Hace seis meses que Grueso le propuso poner La Chunga y toda su
obra dramática “en el teatro más viejo de Europa”, porque aquí siempre
ha venido “todo escritor importante de cada una de las épocas de la
literatura en español”. Medio año más tarde la propuesta empieza a
andar. Este jueves se estrena La Chunga. Le seguirán Kathie y el
hipopótamo (estreno en noviembre), Al pie del Támesis (principios de
2014), La señorita de Tacna (otoño del 14), Ojos bonitos cuadros feos
(final del 14), El loco de los balcones (sin fecha). Además, el
escritor peruano está escribiendo otra pieza teatral.
LA PIEZA HABLA
MVLl le dice al periodista que “en innumerables lugares del mundo
hay mujeres en la condición de lucha contra el sometimiento que
representa esta Chunga de Piura; mujeres que si no son duras, no
sobreviven, no pueden competir entre los bárbaros y los machistas”. En
eso aparece una mujer vestida con ropajes rústicos, sus ojos
oscurecidos por las marcas de la madrugada y la miseria, y lo abraza.
Sabe que es La Chunga, o más bien la actriz que la representa. Con
Sánchez-Gijón ha actuado en esos montajes que hizo con Ollé.
Ahora ya él es solo el autor, un espectador de privilegio por el
que no se para nada. Ollé lo “maltrata”, dice, “¡me ha echado!”. Pero
es como tiene que ser, estamos ensayando, esto es muy serio, “ha de
empezar cuando esté todo listo”. Como si estuvieran a bordo de un barco
que zarpa, pero que tiene por delante una travesía complicada. La
capitana arriba es Aitana, La Chunga. Leyó la obra; ella no era La
Chunga, pero se empeñó, arañó cada línea, se envejeció, se hizo fea o
desarreglada (“¡No quiero ser guapa!”, La Chunga grita en la obra), y
al fin demostró a Ollé y a quien se pusiera por delante “que soy La
Chunga, ya lo verán”. Ella fue la que dijo: “Y Meche es Irene, ya lo
verán”. Describe MVLl a Meche en su texto: “Mujercita de formas duras y
rasgos atractivos”. Y La Chunga es “Una mujer espigada y sin edad, de
expresión dura, de piel lisa y tirante, huesos firmes y ademanes
enérgicos, que mira a la gente sin pestañear”. Sánchez-Gijón y Escolar,
“ahora ya no hay duda”, dicen Ollé y Grueso.
Aquí abajo son Aitana e Irene, allá arriba son La Chunga y Mechita.
Están en medio de un torbellino que, dice el autor, es “la expresión
dramática de buena parte de la historia de la humanidad: la lucha
contra el machismo y contra la barbarie”. Ya lo dejan entrar; pero él
entiende que le hayan impedido el paso al ensayo, hasta que estuviera a
punto todo. Ollé dice: “¡Es que no es La Chunga todavía!”. “No, si te
entiendo. ¡Ya sé que para ustedes el mejor autor es el que ya se
murió!”. Ríen otra vez. Grueso dice: “Era un sueño traer a Mario al
Español. Y, mira, lo hemos hecho”. Cuando La Chunga se echó en la
mecedora a descansar de su batalla contra los bárbaros empezó a
cumplirse el compromiso del viejo Teatro con Vargas Llosa, y este
parecía un chiquillo con zapatos nuevos. “Como si siempre hubiera
imaginado así La Chunga”.
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